DOCENTES Y ESTUDIANTES JUNTOS PARA QUE LOS LÁPICES SIGAN ESCRIBIENDO !


A 34 AÑOS DE LA NOCHE DE LOS LAPICES, MEMORIA, VERDAD Y JUSTICIA

El 16 de Septiembre de 1976 Claudio del Acha, Maria Clara Ciocchini, Pablo Diaz, Maria Claudia Falcone, Francisco Lopez Muntaner, Emilce Moler, Daniel Raceroy, Horacio Ungaro fueron secuestrados. Solo sobrevivieron Pablo Diaz y Emilce Moler. Todos jóvenes. Todos estudiantes secundarios. Todos pertenecientes a una militancia que quería un mejor país. Militancia, compromiso, causa. Palabras que tenían un contenido muy profundo en ese entonces.

Su historia, multiplicada y recordada en cada rincón del país, es una bandera que principalmente los estudiantes y la sociedad en su conjunto no vamos a olvidar.

Hoy, que nuestro pueblo comienza a poner en valor la complicidad civil que tuvo la dictadura, desde los grupos económicos y los medios de comunicación, es bueno recordar esta carta publicada en la Revista Gente (perteneciente a Editorial Atlántida, y cuyo Director era Samuel “Chiche” Gelblung) el 16 de Diciembre de 1976, 3 meses después del secuestro de los chicos de “La Noche de los Lapices”. Para muestra de lo que se planteaba en eso días, basta revisar este párrafo: “Durante ese tiempo, muchos hijos de familias honestas y trabajadoras, de familias que los habían educado dentro de un sistema de valores donde Dios, la Patria, la familia, el respeto por el prójimo, la escuela, la propiedad y las jerarquías ocupaban un lugar importante, fueron adoctrinados sutilmente. Los ideólogos de turno les dijeron que todo eso era mentira, y en muchos casos consiguieron que su presa empuñara las armas y pasara a la guerrilla. Yo supongo que muchos padres vieron el peligro. Las malas compañías, las reuniones sospechosas, los libros extraños, el desorden de costumbres. Pero no hicieron nada. No se defendieron contra la agresión. Se callaron. Fueron cómplices. Por amor o por comodidad o por indiferencia o por cobardía fueron cómplices. No hablaron con sus hijos. No les preguntaron nada. No intentaron detenerlos. Tampoco denunciaron el caso cuando se desató -por fin- la lucha contra la guerrilla. Y a lo mejor terminaron en la morgue, reconociendo el cadáver de su hijo o su hija. Cuando era demasiado tarde para arrepentirse.” (Revista Gente, 16 de diciembre de 1976).

El miedo, el “por algo será”, el “no te metás” están resumidos en este párrafo. Esa sociedad, moldeada a partir de torturas, desapariciones, robos de bebés y atrocidades por el estilo, está comenzando a ceder, a mutar por otra mas comprometida y solidaria, donde los problemas son de todos. Y quienes nos guían son aquellos, como Claudio, María Clara, María Claudia, Francisco, Daniel y Horacio, a quienes los militares hicieron desaparecer el cuerpo, pero no el alma.